lunes, 13 de junio de 2022

Los veraneantes.


Los veraneantes llegan al lugar todos lo veranos. Por eso, ciertamente les decimos veraneantes. Cambian rostros y apariencia, pero esencialmente son los mismos. Vienen y van, digamos, cada año. Así, apenas sienten el calor, se arrastran a sí mismos de un lado a otro. Y nosotros los recibimos, por supuesto, porque de cierta forma nacimos para eso. Eso es lo que nos dicen.

Por otro lado, son tantos los veraneantes que de vez en cuando alguno se extravía y no es tan importante. Hay alboroto, por supuesto, pero eso no altera la llegada de los otros. Si es uno por verano, o a lo sumo dos, eso no afecta en lo absoluto. Son solo llantos pasajeros, lamentaciones, cosas que debían pasar en medio del verano. Parte del flujo, digamos. Y yo ayudo a que ello pase.

La primera vez fue de curioso. Quería descubrir si un veraneante seguía existiendo luego del verano. Por lo mismo, lo escondí entre unas rocas para responder mis inquietudes. Se resistió, por supuesto, así que me vi obligado a tomar otras medidas. Así, digamos, fueron pasando los veranos hasta que construí esa especie de bodega donde todavía los tengo. Es curioso, pero no intentan escapar, salvo en verano. El resto del tiempo están tranquilos, aunque un tanto demacrados. Puede parecer ardua mi labor, pero lo cierto es que sé sobrellevarla. Además, el verano no es eterno.

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