martes, 21 de junio de 2022

Defendieron la ciudad.


Defendieron la ciudad hasta que no hubo ciudad. Aguantaron el asedio. Resistieron. Batallaron incluso, cuando no hubo otra opción. De hecho, todavía estarían resistiendo, pero en medio de la refriega se percataron que ya no había ciudad. Que el desgaste era por nada. Bajaron sus armas. Cambiaron su actitud. Se alejaron libres, de aquel sitio. Decidieron que no podía defenderse una ciudad que ya no existe.

No sabían de caminos. No sabían qué era aquello de avanzar si no se sabía donde iban. Se sentían siempre en el mismo sitio mientras veían pasar las cosas junto a ellos. Aún así, asentarse les producía malas sensaciones. Erraron, de esta forma, de un lado para otro. No sabían si buscar o esperar, en algún sitio. Hubiesen querido estar seguros de algo, pero no lo estaban. Tampoco sabían de caminos.

De vez en cuando se encontraban con hombres iguales a ellos. Incluso, con algunos, compartían los mismos nombres. Entonces, los hombres se sentaban y comían juntos, mientras buscaban algún recuerdo que les fuera común. Una región abandonada. Una lluvia incesante. Un pequeño terremoto. Cuando daban con algo se detenían ahí. Parecían alegres. Extrañamente, ninguno de los hombres había oído nunca sobre la ciudad que alguna vez defendieron.

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