viernes, 10 de junio de 2022

Olvidaba cosas.


Olvidaba cosas, pero no creía. Me refiero a que no creía que olvidaba, sino que culpaba al resto o pensaba que bromeaban. Ocurrió siempre así hasta que un día olvidó su nombre. Estaba sola aquella vez, frente a una hoja de papel en blanco. Tampoco recuerda por qué, pero ese día intentó escribir su nombre y se dio cuenta que lo había olvidado. Pensó que era un sueño, pero no lo era. Buscó algún documento, pero tampoco encontró. Entonces, como si sirviese de algo decidió mirarse al espejo. Miró su rostro, buscó detalles que la ayudasen a recordar cómo se llamaba. Incluso, para no olvidar lo que buscaba escribió en la hoja en blanco. Estoy buscando mi nombre, fue lo que escribió. Luego miró sus ropas y las cosas de la casa. Tal vez sus pertenencias arrojasen alguna pista. No encontró nada, sin embargo, que le permitiese recordarlo. Estaba angustiada… ¿Qué pasaría si alguien le preguntaba quién era? ¿Cómo decir quién era si no tenía siquiera un nombre? Siguió así un buen rato. Olvidando por momentos qué es lo que buscaba, pero recordándolo luego, gracias al papel que había escrito. Y claro, fue en uno de esos intervalos en que recordó su nombre, repentinamente. Y lo escribió en la hoja, por si volvía a olvidarlo. Luego lo leyó varias veces como si quisiese asegurarse de no olvidarlo. Poco después, pensó que su nombre bien podía haber sido cualquier otro y que no decía mucho. ¿Encontré mi nombre, pero qué fue lo que encontré?, pensaba ahora, mientras calentaba agua para preparase un té. ¿O era un café, aquello que quería?

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