lunes, 20 de junio de 2022

Desconozco el ruido...


Desconozco el ruido que hacen las cosas que se nos caen de las manos.

Supongo que lo percibo, por supuesto, pero lo cierto es que no distingo su forma de existir.

Su manifestación, digamos.

Es como si las cosas cayesen en lo profundo de un pozo y la distancia amortiguase el ruido.

O lo extinguiera, sin más.

Aclaro, sin embargo, que las cosas que caen de mis manos no caen, literalmente, en un pozo.

De hecho, si la cosa que cae es un plato, por ejemplo, probablemente se rompa al chocar contra el suelo, como ocurriría se cayese desde cualquier otro par de manos.

La diferencia, en mi caso, radica simplemente en que desconozco el ruido que produce, aquello que cae.

O no distingo al menos aquel ruido, dentro de la atmósfera de ruidos en la que me veo inserto en el momento que la cosa cae.

Soy distraído, por supuesto, pero no creo que mi desconocimiento sea producto de dicha distracción.

Tampoco creo que se trate de un problema de audición, pues salvo en estos casos, percibo todo claramente.

En resumen, no sé cómo explicar las razones detrás de este fenómeno.

Por eso, tal vez, me limito a enunciarlo.

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