martes, 7 de junio de 2022

Mi mono interior.


Es verdad, aunque no crean.

Tengo un mono interior saltando de costilla en costilla como si fueran ramas.

Tienen derecho a no creer, es cierto.

Pero yo doy fe que existe, ese mono interior.

A veces, juega con mis órganos, a falta de otro mono.

Otras veces, permanece en el ventrículo derecho, como en un jacuzzi.

No siempre lo percibo, pues ando, como todos, preocupado de otras cosas.

Mi mono interior, en cambio, no parece enterarse de preocupación alguna.

El otro día, por ejemplo, perdí por un momento el equilibrio porque estaba jugando en uno de mis oídos.

No es malo, por supuesto, pero lo cierto es que siempre provoca pequeños percances.

Y cuando yo me justifico, creen que bromeo.

Otro ejemplo:

La enfermera que me vacunó el otro día no creía cuando el mono empujaba la aguja, desde dentro de mi brazo.

Decía que era yo, en cambio, quien estaba apretando el músculo.

Tendremos que extirpar ese mono interior, dijo entonces la enfermera.

Lo dijo riendo, por supuesto, pero debe haberlo asustado,
pues mi mono interior dejó pasar la aguja y se fue a otras partes de mi cuerpo.

¿No envejece el mono interior?

¿No desespera tan solo dentro mío si nadie a quién arrancarle los piojos?

Esas son preguntas que haría alguien que cree, en aquello que les digo.

Pero aún no hay nadie.

Y es que todos piensan que bromeo, aunque yo dé fe.

Y mi fe debiese bastarles.

Sería lindo, al menos, que así fuera.

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