martes, 14 de junio de 2022

Nueve días que parecieron más.


No sé el nombre de ese lugar, pero ahí viajé. En la parte del barco que queda siempre bajo el agua. Junto a unas máquinas que emitían ruido sin cesar. Varias botellas con agua. Una caja grande con paquetes de galletas. Sin luz y con un baño improvisado en un sector de similares condiciones. Nueve días, pero parecieron más. Con un libro que no podía leer. Una mochila que usaba de almohada y una manta que encontré sobre una de las máquinas. Nueve días que parecieron más. No quise siquiera contarme historias, para no olvidarlas. Tampoco recé, porque ya entonces no creía. Supuse que sería un día, tal vez dos. Que si la situación se hacía insostenible le confesaría a alguien que bajara a ver las máquinas. Pero nadie bajó en esos nueve días. Nadie hasta que se detuvieron las máquinas. Ni siquiera un ratón, que pensé habría en aquel sitio. Entonces se escucharon puertas de metal que se descorrían. Entró luz por un sector y me hizo daño. Vomité incluso, por la luz, antes de salir de aquel sitio. Fue ahí que un hombre me vio y me dijo que habían pasado nueve días. Nueve días que parecieron más. Me dejó salir, sin preguntas. Pasé entre otros, hasta desembarcar. Habíamos vuelto al mismo sitio. De hecho, no sé si cuenta como viajar, pues no llegué a un sitio distinto. Tampoco sé si cuenta como viajar en barco, pues estuve todo el tiempo en ese sector del que ni siquiera sé su nombre. Esa parte que siempre queda bajo el agua. Nueve días que parecieron más. Un mes. Un año. Una vida, incluso. No sé el nombre de ese lugar.

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