miércoles, 24 de febrero de 2021

Tomé prisionero a un hombre que no soy yo.


Tomé prisionero a un hombre que no soy yo.

Desde entonces, me acostumbré a llevarlo siempre conmigo.

Lo escondí tan bien que no se ve.

Si hasta yo dejé de verlo, con los años.

A veces, cuando estoy cansado,
incluso dejo que hable,
utilizando mi voz.

Esto puede parecer peligroso,
para algunos,
pero lo cierto es que aprendí a confiar.

Me costó, pero aprendí.

Ahora lo dejo hablar tranquilo.

Puedo hasta dormir
mientras él habla.

Pensar en otras cosas, digamos.

Tengo razones:

No se enreda tanto en lo que dice.

Cuida (hasta cierto punto) sus palabras.

No suele traicionarme.

Y es que, con el paso de tiempo,
pienso que me ha tomado algún aprecio.

Tal vez sabe que me canso
llevándolo a cuestas
y supongo que me lo agradece
de esa forma.

Antes pensaba que no.

Que fingía todo el tiempo.

Que simplemente buscaba el momento adecuado
para intentar escapar.

Reflexionaba sobre esto.

Lo observaba.

Pensaba, en definitiva, que se quería ir.

Que quería huir de la prisión en la que lo había sometido.

Años perdí, ciertamente, pensando esto.

Luego, sin embargo, pasó el tiempo.

Y con el tiempo, uno empieza a barajar otras teorías.

Por ejemplo, yo llegué a comprender que tal vez
le era cómodo ir de prisionero.

Tal vez, de no ser prisionero,
él mismo hubiese debido cargar a otro.

Prisionero o captor, a fin de cuentas.

Cargar o ser cargado.

Si hay otras opciones, lo desconozco.

Tomé prisionero a un hombre que no soy yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales