martes, 16 de febrero de 2021

Aprendió tarde a caminar.


Aprendió tarde a caminar.

Más o menos a los cuatro años.

Los padres lo llevaron al médico y luego fue atendido por especialistas.

Como se ponía de pie fácilmente y mantenía el equilibro, no se preocuparon tanto, en principio, pero a medida que pasaba el tiempo observaron que el niño no intentaba moverse a sitio alguno.

Cuando intentaba mover las piernas se ponía rígido.

No lloraba, no se desesperaba con la situación, simplemente se negaba a moverse.

En brazos o de otra forma no había problema, aunque de todas formas no mostraba entusiasmo por ir a un sitio especial o ser cargado por una persona en específico.

Le recomendaron poner cosas de su interés a distancia, obligándolo así, a caminar.

Juguetes, comida, cosas brillantes… nada dio resultado.

El niño ni siquiera los pedía y los miraba de la misma forma como observaba una planta, un mueble o cualquier otro elemento del lugar.

De esta forma, los especialistas determinaron que se trataba de un problema de entusiasmo… de voluntad, para entenderlo fácilmente.

Digamos que a su hijo no le interesa ir a ningún sitio, les dijo un neurólogo, en una de sus últimas consultas.

Le es indiferente aquello que lo rodea… puede quedarse así indefinidamente.

Les recomendó entonces dejarlo en un sitio especial, una especie de lugar destinado a terapias infantiles, en el que podrían hacer algo al respecto.

Los padres siguieron la instrucción, por supuesto.

Nunca entendieron bien cómo trabajaron con él, pero a los dos meses el niño comenzó a caminar de un lado a otro.

No se mostraba entusiasta, digamos, pero al menos seguía órdenes.

Iba donde le decían, digamos.

El lenguaje también se fortaleció un poco y los especialistas dijeron que todo funcionaría normalmente con el paso del tiempo.

Tal vez fuera así, no sé.

Yo perdí el interés en la historia, cuando supe que comenzó a caminar.

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