martes, 2 de febrero de 2021

Contar la historia como quiera.


Puede usted contar la historia cómo quiera. Puede si quiere agregar o quitar personajes, alterar los hechos, cambiarlos de orden… usted es libre de hacer lo que quiera. Le aseguro, sin embargo, que el final ha de ser siempre el mismo. Si la historia es lo suficientemente larga, al menos, el final no tendrá modificación alguna. Resultará invariable. Yo lo he comprobado y sé también de otros que lo han hecho. Todos llegan a un final idéntico, incluso intentando rebatir lo que ahora les cuento. Si desconfía inténtelo, pero llegará a lo mismo. Perderá tiempo. Ya verá cómo perderá tiempo. Allá usted en todo caso. Después de todo, tampoco es bueno que se quede con la duda, si no es capaz de creerlo de esta forma. Dicho esto, aclaro otro punto. Un punto que debió ser previo, tal vez. Me refiero a que el final, por único que sea, no viene aquí a anular la historia. Tampoco la disminuye ni le quita valor alguno. No me entienda mal. No juzgue de buenas a primeras mi propósito al decirle todo esto. Vea más bien que le advierto. Que le ahorro la esperanza de un final distinto. Le ahorro la decepción, incluso, si quiere. En cambio, le digo que la historia no es el camino para llegar a un determinado final, pues este es invariable. Anótelo por ahí: la historia no es un camino. Luego, haga lo que tenga que hacer o simplemente no haga nada. Ya sabe lo que pasa después. Después de todo, recuerde que puede usted contar la historia como quiera. Eso es algo que calma. Algo que da tiempo. Algo que usted, en definitiva, puede comprobar, si lo intenta.

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