lunes, 4 de enero de 2021

Niños que juegan en la noche.


I. 

Mientras armaba otro cigarro, el viejo me dijo que en esa caleta, en el sector más alejado, lleno de piedras, salían niños a jugar de noche. 

Tres o cuatro niños, casi siempre, aunque de vez en cuando se veía a un quinto, que se sentaba lejos de los otros, sin participar. 

Salen de las rocas y vuelven a las rocas, dijo el viejo. 

A veces se acercan y llegan hasta los botes, pero nunca se suben y nadie les dice nada. 

Puedes escuchar lo que dicen… pero son cosas que se olvidan luego. 

Puedes acercarte y verlo tú mismo. 

No intentes recordar nada, concluyó. 


II. 

Me acerqué a las rocas durante esa tarde, cerca del ocaso. 

Las rocas estaban más lejos, por cierto, de lo que parecía en un inicio. 

Ya antes de llegar logré ver a un primer niño. 

Era una forma borrosa, en un inicio, pero cuando apareció el segundo ya se apreciaba claramente que jugaban a algo. 

Recogían algo, entre las rocas, y comparaban luego. 

Lo mismo hacía la otra pareja de niños que apareció después. 

Correteaban entre ellos, a veces parecía que se escondían, o que tiraban pequeñas piedras, en una dirección. 

Por el lugar donde me encontraba, no veía el lugar donde tiraban las piedras, pero algo me llevó a pensar que se las tiraban a un niño que no participaba, como había contado el viejo. 

Escuchaba sus voces. 

Hacían un sonido molesto, como de pájaros viejos. 

Me alejé del lugar cuando me observaron directamente y dejaron de jugar. 

Probablemente lanzaron gritos, para que me fuera. 

Así, finalmente, yo regresé a casa y ellos regresaron a las rocas. 

Han pasado meses desde aquello. 

A veces en las noches, ya lejos del lugar, vuelvo a escuchar sus voces, como pequeñas amenazas. 

No son cosas que se olvidan luego, como dijo el viejo.

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