martes, 19 de enero de 2021

Sueño con cerdos.


Sueño con cerdos que caen por un acantilado. 

Se abalanzan hacia él, más bien, como si huyeran de algo. 

Nada los persigue, en todo caso. 

Nada logro ver tras ellos. 

Simplemente siguen de largo, frenéticos, cayendo por la pendiente, golpeándose entre las rocas hasta ser cuerpos sin vida, al fondo del barranco. 

Como no sé bien qué hacer -y el sueño se repite cada cierto tiempo-, pienso en ir hasta el fondo del acantilado, y acabar con esos cerdos. 

No es que los cerdos se levanten y vuelvan a arrojarse una y otra vez. 

Tampoco es una secuencia eterna como esas de corderos saltando sobre una cerca. 

Pero me da la impresión que aquello que impulsa a los cerdos escapa de ellos una vez que mueren. 

Como si el intento de los cerdos por acabar con eso que los impulsa, fuese infructuoso, y ellos no lograsen comprenderlo. 

Por eso en el sueño ahora bajo por el barranco. 

Entierro un cuchillo en los cerdos y busco que se desangren. 

Una vez la sangre cae a tierra, la cubro de piedras, pesadas, para que no escape. 

Luego quemo los cuerpos. 

O eso intento, al menos. 

El proceso es lento. 

Agotador, incluso. 

Nunca termino la labor, cuando despierto. 

Al quemarse, la piel de los cerdos arroja un hedor insoportable. 

Casi tanto como la sangre. 

Cuando regreso al sueño siguen cayendo cerdos, pero son menos. 

Tengo en mis manos un cuchillo de piedra. 

Las rocas que cubren la sangre suelen estar tibias, como si les diera el sol.

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