viernes, 29 de enero de 2021

Soñaba que era un pozo, me dijo.


De chica soñaba que era un pozo, me dijo. Pensaba que era alguien, en principio, pero luego me daba cuenta que era un pozo. Me daba cuenta de una forma sencilla: porque otros miraban en mí, como si fuera un pozo. Se apoyaban en mi cuerpo que de cierta forma era el brocal por el que miraban intentando ver el fondo. De vez en cuando alguno lanzaba piedras y se quedaba escuchando. Generalmente era entonces cuando yo terminaba de comprender que era un pozo y también quedaba escuchando, atenta para saber cuál era mi profundidad, junto a aquel que había lanzado la piedra. Siempre me sorprendió descubrirla, en esos sueños... Me refiero a que siempre era más de la que yo creía. A veces pensaba que la piedra ya no iba a sonar, pero justo entonces se escuchaba que llegaba al fondo. Recuerdo que le conté el sueño a varias personas y me hicieron escribir las sensaciones que me provocaba. Un sicólogo, parece, fue el que me hizo escribirlas. Yo no le di muchas vueltas y anoté cuatro cosas. Escribí que era extraño, lejano y triste, pero también un poco alegre, dentro de todo. También anoté una explicación breve, según recuerdo. Extraño porque era un pozo. Lejano porque lo que yo era estaba en parte fuera de mí, o demasiado dentro tal vez, como para sentirlo cerca. Triste porque estaba sola. Y alegre porque, a pesar de todo, la piedra caía en agua, y era lindo saberse con agua, al fondo. Eso es lo que anoté. Y eso es lo que soñaba. Ahora te toca a ti, me dijo.

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