jueves, 21 de enero de 2021

Nada especialmente entretenido.


I. 

Todo estuvo bien, no lo niego, 
pero no hubo nada especialmente entretenido. 

Tal vez fue que no vino el asesino. 

O que las expectativas fueron demasiado altas. 

Tuvimos que hacer como si no esperáramos 
algo distinto, 
pero sin duda lo esperábamos. 

Podía notarse en los rostros. 

En las expresiones. 

Y hasta en la falta de expresiones. 


II. 

A veces, esas noches, 
jugamos a que uno de los presentes 
es Dios. 

Solo por verlo. 

Por excedernos. 

Elegimos a alguien porque sí. 

Al azar. 

Sin comentar nada de nuestras elecciones. 

Luego observamos su comportamiento. 

Sacamos conclusiones. 

Cómo es. 

Quién es, realmente. 

Por qué nos hizo. 

Qué quiere de nosotros. 


III. 

Las conclusiones esta vez fueron sencillas. 

Yo elegí aun tipo de camisa azul. 

Lo observé toda la noche. 

Dio vueltas por el lugar. 

Barajaba unas cartas con una de sus manos. 

Bebió dos tragos, que no lo marearon en lo absoluto. 

Habló con una mujer silenciosa 
y no muy agraciada. 

Dios es un jugador, concluí. 

Pero es un jugador que no apuesta. 

Y es que, como todo es uno, para él, 
cualquier apuesta es absoluta. 

El mismo se apuesta, me refiero, 
cuando apuesta. 

Por eso no lo hace. 

Anoté mis observaciones en una servilleta. 

Incluso otras que no menciono.

Luego boté la servilleta. 

Respecto a mí, por cierto, 
confirmé que no le intereso 
en lo absoluto.

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