domingo, 24 de enero de 2021

Le gustaba apostar, desde pequeño.


Le gustaba apostar, desde pequeño. 

Ante cualquier cosa o evento, siempre intentaba apostar. 

Que va a llover mañana. 

Que papá no va a llegar esta noche. 

Que el próximo auto que pase por la calle será rojo. 

Como no tenía nada realmente suyo apostaba con acciones. 

Si perdía cortaba el pasto del jardín. 

Lavaba los platos por tres días. 

Cosas de ese estilo. 

A cambio ganaba pequeñas sumas de dinero, permisos u otras acciones que, con el tiempo, comprendimos que no le importaban en lo más mínimo. 

Era el hecho de apostar lo que le interesaba. 

Lo entendimos en principio como un desafío. 

Una manera de enfrentarse a la autoridad. 

De salir victorioso ante las probabilidades. 

De imponer una certeza desde la incertidumbre. 

Nadie vio la gravedad. 

La situación resultaba chistosa y a lo más cansaba un poco. 

Había que limitarlo, simplemente. 

Decir que con ciertas cosas se podía apostar y con otras no. 

Decir que su abuela moriría en el próximo año, por ejemplo, era tentar la desgracia. 

Él lo entendió y lo aceptó así. 

Sin embargo, con los años comenzó a sacar las apuestas de su casa. 

Y con eso, los límites impuestos perdieron su valor. 

Se abrieron otros espacios. 

En el colegio, en la universidad y luego en su vida adulta, más privada. 

Yo lo conocí en ese entonces. 

Trabajaba simplemente para adquirir más cosas que pudiese apostar. 

Casi nadie aceptaba sus apuestas, pero ponía todo sobre la mesa. 

Su tiempo. Su dinero. Sus posesiones. 

Me pareció que incluso veía como un triunfo el que no aceptaran el desafío. 

Tal vez por eso comencé a aceptar. 

A subirle la apuesta incluso, cuando estaba en mis posibilidades. 

A su favor, diré que nunca rechazó alguna. 

A mi favor, diré que siempre corrí, al menos, el mismo riesgo. 

Ahora algunos me culpan, pero yo tuve suerte, simplemente. 

Solo ocurrió, digamos, lo que tenía que pasar. 

No me quedé con sus pertenencias. 
No me aproveché en lo absoluto.

Yo creo que, secretamente, siempre quiso perder todo.

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