lunes, 16 de noviembre de 2020

Terminó el libro.


Terminó el libro de madrugada. Había leído varias horas, desde la tarde, aunque de vez en cuando debió retroceder pues el cansancio lo confundía. Al final resultó ser una experiencia extraña, pues terminó de leer olvidando la historia y confundiendo las voces de los personajes. El argumento, digamos, había dejado de tener importancia, y todo se había transformado en voces que tenían un tono particular, pero cuyo contenido no necesariamente había sido captado. No fue tan consciente de aquello mientras ocurría, pero cuando despertó lo pensó así. Vio el libro a un costado de la cama e intentó recordar algo, pero solo tenía claridad sobre los primeros hechos. Todo lo demás permanecía como una sensación, pero no era traducible necesariamente a una historia. Como un sueño que no logras capturar, explicó él, en alguna oportunidad, cuando la experiencia comenzó a repetirse y lo contó a sus amigos con un tono en el que no se apreciaba mayor preocupación, aunque sí extrañeza, pues la situación se volvía recurrente y él pensó que debía presentarla antes de aceptarla totalmente, como si se tratase de una novia. Lo cierto, sin embargo, es que nadie lo tomó muy en serio esa vez, y la costumbre terminó de instalarse sin producir, afortunadamente, ningún daño. Una vez, hablando con él, me confesó incluso que aquello le había llegado a ser agradable. Que era como dejarse ir hacia algún sitio, simplemente, intentó explicar. Conducir sin pensar, mientras avanzas por la carretera sin saber hacia dónde. ¿Alejándote?, le pregunté esa vez. Pero él me sonrió, únicamente, sin responder.

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