viernes, 20 de noviembre de 2020

Quería enseñarle al perro a hacerse el muerto.



Quería enseñarle a su perro a hacerse el muerto. 

Ya seguía otras órdenes, pero pensó que esta al menos sería graciosa para alguien más, y podría, por ejemplo, entretener a los niños. 

Cuando pensaba en los niños se refería a los hijos de su hermana, o los de sus amigos, que de vez en cuando llegaban a casa con ellos, cuando no podían dejarlos en otro lado. 

Cuando esto ocurría, por lo general los dejaban junto a la tv, con alguna película o jugando con la consola que había comprado el año anterior. 

La muerte del perro serviría tal vez como acto de entrada, pensaba, o tal vez como acto intermedio, en el momento en que llamaban a los niños a comer algo, cuando preparaban algún asado o encargaban alguna pizza u otra cosa, para comer. 

Viéndolo de esa forma, incluso, pensó que lo conveniente sería enseñar dos trucos al perro. Uno para la llegada y otro para el momento -si existía-, en que los niños bajaban a comer algo. 

Descartó el dar vueltas en el suelo pues, si bien divertiría a los niños, podía restarle prestigio al perro (y a él de paso), pero la muerte, de cierta forma, era una acción más digna. 

Buscó entonces tutoriales para enseñarle al perro. Conocía algunas páginas pues de esa forma había conseguido enseñarle otras órdenes. Fue así que se descubrió que existían distintos tipos de muerte para enseñar al perro. Y claro, comprendió que la dignidad de la muerte dependía de la forma de morir, más que de la muerte misma. 

Fue así que eligió dos. Dos muertes para enseñarle al perro, me refiero. Una más espectacular que la otra, para dejarla como acto final. En esta última, podía uno incluso llegar a mover al perro, quien evitaba tener reacciones alargando así el momento de su muerte, hasta que recibía una señal específica que lo hacía volver a la vida. 

Estudió el proceso y se decidió a enseñar al perro. La muerte más sencilla primero, por supuesto. Estructuró las acciones que debía realizar por días. Cómo medir los avances, el tipo de premio, las palabras adecuadas… De hecho, determinó hasta en cuál sería el lugar indicado en el cuál mostrar finalmente la gracia del perro, la forma de morir, y la forma de resucitar, por cierto, para que todo volviese al punto de inicio. 

Eso hizo y luego se acostó, pensando en comenzar el adiestramiento a la mañana siguiente. Mientras se quedaba dormido, escuchó ladrar al perro, y sonrió.

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