jueves, 19 de noviembre de 2020

Alguien que no eres tú.



Otro.

No tú.

Es otro.

Alguien que no eres tú.

Supongo que eso lo olvidas.

No lo aceptas.

No lo admites.

Entonces observas al otro.

Alguien que no eres tú.

Alguien que antes no reconociste como otro.

Observas rasgos.

Imperfecciones.

Acaricias la piel que creíste similar a la tuya.

No tú.

Eso descubres.

Otro.

Y te duele hacerlo.

Porque creíste en algo más.

Porque hay egoísmo a pesar de todos.

En ti.

En el otro.

Otro egoísmo, de hecho.

Uno práctico.

Tibio.

Necesario, te dicen.

Alguien que no eres tú.

Alguien que sabe dañar, para protegerse.

Que se justifica como todos.

Tibio.

Imperfecto.

Como tú, pero otro.

Y una puerta se cierra entre ambos.

O se rompe.

O no sabes.

Porque hay egoísmo a pesar de todo.

Necesidad de otro tú.

Algo que no aceptas.

Cuestionamientos.

Desequilibrio.

Nadie quiere eso.

Todos temen al desequilibrio más allá de lo que confiesan.

No saben ponerse en duda.

Tú tampoco sabes.

Son certezas, después de todo.

Cimientos.

Parte de ti.

Parte del otro.

Alguien válido, pero tibio.

Alguien normal, pero ajeno.

Alguien tan distante como todos.

Otro, decía, no tú.

Supongo que se entiende.

Puedes tomártelo con humor y reírte.

Diez u once años después reírte.

Pero te ríes de ti mismo, al reírte.

Es práctico, sin embargo.

No sabes.

No esperas.

Bajó las escaleras.

Llegó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales