miércoles, 11 de noviembre de 2020

Lo dejaron por el hombre bala.



Lo dejaron por el hombre bala. Ni siquiera fue un engaño o algo que hiciesen a su espalda. Ella se lo avisó mientras llevaba sus cosas hasta otro container y él no supo siquiera cómo reaccionar. Había sido un golpe bajo, fue el único comentario de apoyo que escuchó. Pero ni siquiera supo si era en serio pues se lo dijo un payaso enano que siempre bromeaba con esas cosas. Luego de eso hubo días de rabia, dolor y otras sensaciones que no alcanzó a identificar. Después de todo… ¿qué mierda hacía el hombre bala? ¿Tenía algún talento aparte de meterse en el cañón y caer con cierta gracia? Como no tuvo respuesta y pensó que las malas sensaciones no se irían nunca, se intentó colgar con la cuerda en la cual él mismo hacía el número de equilibrio cada función, caminando en altura, de un extremo a otro de la carpa. Olvidó, sin embargo, que esas cuerdas son elásticas, así que, en vez de morir ahorcado, él quedo rebotando, sostenido por el cuello de la cuerda que había amarrado a la base alta del trapecio. Horas después lo encontraron ahí unos payasos… Ahogado, maltrecho, pero aún con vida, por lo que lo llevaron a escondidas hasta el conteiner donde él les rogó que no contaran a nadie sobre aquello. Ellos accedieron, por cierto, pero a cambio se quedaron con el número del ahorcamiento con elástico y lo incorporaron a su rutina. Así, semanas después, todo parecía haber vuelto a un orden. Incluso el que había sido dejado se veía más tranquilo y había comenzado a aprender nuevas labores. En eso estaba cuando tuvo un accidente con el único animal que por entonces tenía el circo: un tigre viejo llamado Sefalet. Este tigre era muy tranquilo, por cierto, y hasta podría decirse que se comportaba amistosamente con él, pero quien sabe si a modo de juego le arañó una pierna, produciéndole una herida. No fue tan grave, en principio, pero se infectó. Y claro, cuando se dieron cuenta hubo que cortarle la pierna. El mismo autorizó aquello, en un hospital cercano, como si todo fuese parte de una función. De hecho, hasta pidió la pierna, para alimentar al tigre -cuestión que no ocurrió, por supuesto-. Lo que sí ocurrió fue que la mujer que lo había abandonado se compadeció de él y regresó a su conteiner por un tiempo. Por otro lado, días después, el tigre debió ser sacrificado pues también había arañado al domador e intentó atacar a unos niños, cuyos padres hicieron una contundente denuncia. Sedaron al animal y le pusieron una inyección con una solución amarillenta, que lo dejó rígido casi de inmediato. La solución estaba en un frasco de vidrio, se fijó él, mientras se despedía del animal. No ayudó a enterrarlo, sin embargo, pues todavía no se equilibraba bien con una pierna.

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