jueves, 12 de noviembre de 2020

Cuestión de enfoque.



I. 

-Todo es cuestión de enfoque -me dijo-. Ni siquiera de esfuerzo. Lo que debes hacer es simple: rodear el problema sin establecer contacto… buscando la solución… 

-¿Y entonces? -pregunté. 

-Entonces cambias el enfoque -me dijo. 



II. 

Le pedí un ejemplo y me dio dos. 

Los resumo: 

Ejemplo 1: El auto falla y te detienes a un costado de la carretera. No levantas el capó ni hurgueteas dentro. Te bajas del auto, simplemente. Caminas en torno a él, a una distancia segura. Puedes mirar el auto creyendo que buscas la solución, pero en realidad lo que haces es buscar el problema. Sin darte cuenta, me refiero, buscas exactamente lo contrario. Ahora bien, si solo hay problemas y no solución cambias el enfoque. Te subes a otro auto o a un bus que se detuvo, o hasta encuentras un árbol y te sientas a su sombra. Las soluciones siempre son muchas. Y te alejas del problema. 

Ejemplo 2: El nombre del gato. Supongamos que no decides el nombre del gato. No quieres imponérselo, digamos. Te niegas a decidir por él. Entonces se lo comentas a unos amigos y ellos ríen así que decides apostarles, días después, que no solo has decidido el nombre, sino que el gato ha aprendido decirlo y que puedes probarlo. Ellos aceptan la apuesta y luego tú la ganas. El gato se llama Miau. 


III. 

-Todo es cuestión de enfoque -repitió-. Ni siquiera de esfuerzo… 

-Rodear el problema sin establecer contacto -completé-, y buscar la solución. 

-Exacto -señaló. 

Entonces, como la lección estaba aprendida, me despedí y vine a escribir esto acá. 

Ahora, por cierto, usted lee lo que he escrito. 

Puede parecer una secuencia correcta, pero en realidad usted debe mirar en una dirección distinta. 

Dé media vuelta, observe, respire profundo, haga una llamada... 

No sé bien cómo decirlo. 

Agradezca: Nadie nos ha clavado un cuchillo en la espalda.

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