sábado, 7 de noviembre de 2020

Luego lo descubres.



I.

Lo escuchas, al caminar.

Luego lo descubres.

Un pequeño pájaro amarillo revoloteando sobre la nieve.

Ya lo habías visto una vez.

Canta ahora, sobre la nieve, y no sabes para qué.

Insiste, pero no comprendes.

Un pequeño pájaro amarillo.


II.

Bajo otra luz lo vez de un tono más verde.

Lo escuchas, sin embargo, cantar siempre igual.

El reflejo de la luz, sobre la nieve, transforma las cosas.

Arden los ojos, al recordar su color.

No se transforma, en todo caso, lo que no comprendes.


III.

Horas después vuelves a escuchar el canto.

Antes de dormirte, lo escuchas esta vez.

No hay nieve ni hay luz, en ese instante.

Tu piel tiene un corte y no recuerdas por qué.


IV.

El sol sobre la piel.

El canto en los oídos.

El color y el reflejo en los ojos.

Eso es más o menos lo que queda esta vez.

Más o menos lo que queda.


V.

Debes dormir, supones, para recordar.

Para que cada elemento tome su sitio preciso.

Para que el cansancio se transforme en otra cosa.

Para comprender lo que no comprendes, estando despierto.


VI.

¿Qué es lo que descubres?

¿Un pájaro amarillo revoloteando sobre la nieve?

Descubres, más bien, algo que no comprendes.

Y un pequeño pájaro amarillo.

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