miércoles, 30 de septiembre de 2020

Fósforos.


I.

Jugaba con fósforos.

Los encendía de a uno.

Esperaba a que se apagaran solos o en última instancia los soplaba.

Era un juego sencillo.

Inocente, incluso.

En lo personal, ni siquiera lo consideraría un juego.

No había objetivo, digamos.

No consistía en quemarlos enteros ni en demorarse menos tiempo.

Encenderlo solamente porque se podía.

Porque eran fósforos, digamos.

Porque para eso estaban hechos.

Además eran baratos.

Y en última instancia, no le hacía daño a nadie.


II.

Suena como algo menor, o como frase hecha.

Pero es más importante de lo que parece eso de no hacerle daño a nadie.

Quien cuestione o ponga reparos en el hecho de encender fósforos le recomiendo que piense en eso.

Que evalúe otras actitudes que parecen menos cuestionables.

Una persona podría encender fósforos toda su vida y no ser un mal tipo.

Incluso alguien, a lo lejos, podría observar ese fuego intermitente y considerarlo una señal.


III.

Si Dios existe, alguna vez jugó con fósforos.

Puede que un instante, pero un instante para Dios ya saben lo que significa.

Puede que haya encendido millones y algunos todavía estén por apagarse.

En lo personal, no lo consideraría un mal Dios por eso.

No lo juzgaría.

Lo observaría como un hecho, más bien.

Dios jugaba con fósforos, diría.

Los encendía de a uno…

Y así seguiría pensando, mientras el mundo sigue sostenido sobre la nada.

Moviéndose incluso, sin que percibamos sonido alguno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales