miércoles, 16 de septiembre de 2020

Brillante y vacío.


Debía escribir un breve texto para la inauguración de una exposición, así que me enviaron a conversar con uno de los artistas.

Se trataba, aparentemente, del artista principal, o al menos el que tenía más obras expuestas -todo un sector, de hecho-, con una obra que brillaba desde lejos pues todo parecía hecho con algún metal plateado, como latón y aluminio.

Apenas nos reunimos me preguntó en qué idioma prefería que respondiera mis preguntas.

-¿Podría ser en armenio? -le pregunté.

El artista se excusó.

-¿En georgiano? -consulté.

Él volvió a excusarse.

-Entonces en español -le dije, fingiendo decepción.

Comenzamos entonces algunas preguntas de rigor, informativas mayormente, que parecieron decepcionar al artista.

Finalmente, luego de perder tiempo de esa forma, le dije que podía hablarme de su obra, si lo sentía necesario.

Mientras lo escuchaba, debo aclarar, recorríamos el lugar donde estaban sus creaciones.

-El universo -dijo en un momento, indicando n rozo de meal-, brillante como una cacerola…

-Como una cacerola -repetí yo.

-Como una olla que hierve para nadie -siguió.

-Para nadie… -repetí yo, mientras intentaba seguir su ritmo.

Luego, se dedicó a explicar de qué forma las latas triangulares que estaban dispersas en el piso representaban a la humanidad, mientras que una gran bola de acero, según me dijo, representaba el tiempo.

-Interesante -dije yo.

Por último, nos paramos frente a un tarro muy grande que estaba en lo alto, al fondo del sector destinado a sus obras, con una gran cantidad de luces dentro que se reflejaban en los costados.

-Un dios brillante y vacío… -comentó.

-Brillante y vacío -repetí, mientras me aseguraba de guardar esa frase para el título del texto.

Poco después, como ambos guardábamos silencio y ya habíamos recorrido el sector donde estaban sus obras, le pregunté si no tenía nada más que decir.

-Todo ha sido dicho -contestó, aparentemente satisfecho.

Yo asentí y me despedí del artista, quien se quedó en el lugar, fotografiando sus propias obras.

Nunca más, por cierto, volví a visitar aquel sitio.

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