miércoles, 2 de septiembre de 2020

Lo que encuentras.


I.

Encuentras una puerta.

En realidad, una muralla donde hubo una puerta.

Algunos cuentan que avanzabas un día si cruzabas esa puerta.

Pasabas al día siguiente, me refiero, al atravesarla.

Es una historia absurda, por supuesto, y no le encuentro la enseñanza.

Otra leyenda de portales, nada más, piensas cuando la escuchas.


II.

Aclaro, sin embargo, que una vez cruzado el portal, no había forma de retorno.

Llegabas al día siguiente, me refiero, pero si volvías a cruzar, llegabas al subsiguiente.

Nada de devolverse luego de estar en el futuro.

Ahorrabas tiempo nada más.

Veinticuatro horas exactas.

Esa era, según dicen, el beneficio de esa puerta.


III.

Mientras observas la puerta.

Mientras observas el muro donde estuvo esa puerta, en realidad.

Escuchas a algunos contar historias sobre ella.

De cómo ha pasado a ser muro y a ser puerta en más de una ocasión.

En general, son historias sencillas, de gente que comprobó el funcionamiento y pensó que tal vez era dañino.

Esperas algo más, pero no hay más.

Solo debes decidir el momento de alejarte de esa puerta y regresar al día.


IV.

Ese es, quizá, el único componente interesante de la historia.

El excesivo tiempo, me refiero, que algunos permanecen ante esa puerta.

Algunas historias, de hecho, hablan de personas que pasaron así al otro día, sin necesidad de cruzar al otro lado.

Incluso ahora, que es un muro, es perturbador ver cuanto tiempo puedes observar aquel lugar, o incluso acariciar la superficie con tus manos.

Tú decides qué pensar, por supuesto.

Qué sentir, incluso, o cuánto tiempo vas a destinarle a aquel sitio.

Otra historia de portales, nada más, tienes derecho a pensar, mientras me escuchas.

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