martes, 8 de septiembre de 2020

En una oreja.


Estaba un tanto loco, yo creo. Decía que tenía la muerte en una oreja. Nos hacía mirar dentro y hasta hurgar un poco. Algunos creían que bromeaba, pero yo lo observaba atento y sabía que, para él, al menos, se trataba de algo serio. Era su oreja izquierda, según recuerdo. Una oreja grande, por cierto. Creo haber leído que las orejas siguen creciendo, hasta nuestra vejez y por ese entonces él ya tenía más de 80 años. Todos discutían un poco con él en ese tiempo. Por el asunto de la oreja, me refiero. Pasaba casi todo el día en cama salvo unas horas en que lo bajaban para que se sentara en una mesa donde almorzaba y hojeaba el diario. Cada cierto rato, lo observaba intentar meterse algo en la oreja, cuando creía que nadie lo veía. No coordinaba muy bien así que de vez en cuando se hacía alguna herida. Nada de gravedad salvo una ocasión en que se hizo un corte que se le infectó y tuvo que venir un médico. Le pusieron un parche, esa vez, aunque duró apenas unas horas hasta que él volvió a quitárselo. No solo está ahí, me dijo esa vez. Ahora también me dice cosas. Yo no le conté a nadie, por supuesto, sobre lo que me había dicho, para no complicar el asunto. Ya hablaban de llevarlo a algún sitio si su condición empeoraba, así que guardé el secreto. No recuerdo mucho más sobre el hecho, pues su condición empeoró y con el tiempo ya era incapaz de llevarse la mano cerca de su oreja. Surgieron complicaciones más graves, digamos. Fallas respiratorias, principalmente. Fue un periodo largo, pero sinceramente no lo recuerdo en detalle. Apenas hablaba y dejó de escucharnos casi por completo. Le hablábamos escribiendo en una pizarra, en ese entonces. Murió cuando yo tenía quince años, más o menos. Ocurrieron cosas extrañas durante los últimos días, cercanos a su muerte… pero no me gusta hablar de aquel asunto. Principalmente porque siento que son cosas que no comprendo. Lo que sí comprendo es que si la muerte estuvo en esa oreja debió abandonarlo cuando él murió finalmente. Un cuerpo muerto no tiene la muerte dentro. Ni la vida ni la muerte, digamos. Solo es un cuerpo. Huesos, carne… cartílagos. Lo demás se pierde o queda en los otros, tal vez, hasta que lo olvidamos. Así son las cosas y no están tan mal, después de todo. Esto no es lo que parece.

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