martes, 29 de septiembre de 2020

Hecho.


I.

Vuelves a buscar algo que se te quedó.

Pero vuelves de más.

Si se te quedó es por algo.

De alguna forma habías decidido olvidarlo.

Dejarlo atrás.

Te traicionas, entonces, al volver.

Sin saberlo, te traicionas.

Recoges lo olvidado y te alivias incluso, sin saber por qué.

Siempre que se vuelve, se vuelve a lo mismo.


II.

Le temes al olvido, pero en el fondo es bello.

Es protector, incluso, el olvido.

Piénsalo si quieres con pequeñas cosas.

Ir a comprar sin dinero.

Cocinar el arroz olvidando la sal.

Nada es tan terrible como parece.

Caminar al almacén y volver.

O saludar incluso y contar que te olvidaste.

Así también se conecta la gente.

Y puedes salar el arroz después de cocinarlo.


III.

No te esfuerces por recordar.

Empeñarte en eso no es sano.

Serás como un niño, si lo haces, sacándote una costra.

Olvida los documentos.

Olvida las llaves.

Olvida hacia donde te diriges.

Probablemente ni siquiera debías ir ahí.

No te preocupes por esas cosas.

Incluso el día en que durmiendo te olvides de respirar.

Probablemente no será un mal día.

Algo habrá en el sueño, tal vez, que te detenga.

Y todo lo demás, ciertamente, ya habrá estado hecho.

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