miércoles, 23 de septiembre de 2020

Soñar con una lechuza.


Fue derivada al siquiatra por soñar con una lechuza. 

El asunto no es tan simple, por supuesto, pero lo resumo así. 

Ella me lo contó varias veces, años después, pues seguía recordando todo de forma clara. 

Más allá de las sensaciones asociadas (que fue lo que ocasionó la derivación y el tratamiento), a mí me interesaban, ciertas particularidades del sueño. 

Por ejemplo, ella decía que la lechuza volteaba su cabeza para mirar en otra dirección, pero que no dejaba, sin embargo, de mirarla fijamente todo el tiempo. 

A partir de esa observación (o de ese hecho incuestionable, para ella), llegué a comprender que, durante su sueño, ella estaba, de cierta forma, omnipresente. 

Es decir, no tenía una ubicación específica, sino que ella era más bien el todo donde se situaban las cosas que poblaban su sueño, por lo que podía tener acceso al “rostro de todo”, en cada momento. 

Lo anterior, por cierto, no lo comprendí de forma fácil. De hecho, ella misma fue haciéndose consciente de esta particularidad a medida que contaba sus experiencias. 

Y es que, comprendimos, nunca había sentido la presencia de algo que estuviese fuera de su vista. 

No tengo espalda, en el sueño, me intentó explicar. 

Y las cosas, tampoco son capaces de ocultarse… no pueden voltearse, digamos, de ninguna forma… 

Con el tiempo y el tratamiento, sin embargo, esos sueños (y las complejas sensaciones que le generaban dichos sueños) lograron disminuir. 

Hoy confiesa que apenas sueña, y si lo hace, lo cierto es que no recuerda nada asociado a esa experiencia. 

Al menos ahora las sensaciones son mejores y puedo enfocarme en otras cosas, me dice, cuando acabamos de conversar. 

Yo no le pregunto nada más, por cierto, pues esas cosas en la que ahora dice enfocarse, no me interesan en lo más mínimo.

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