viernes, 29 de junio de 2018

Una (buena) tradición.


De chicas ellas vivían en el campo y recuerdan que siempre, los días sábado, debían encargarse solas de hacer puré.

No era una tarea sencilla, por supuesto. Sobre todo si tenías en cuenta que ellas eran dos y sus hermanos catorce, en ese tiempo.

Siempre que nos juntamos ellas recuerdan la historia, y hablan de cómo arrastraban un saco entero de papas la noche anterior, las pelaban hasta casi llegar el alba y luego venía la cocción, el ir a buscar leche, poner las especias y por último el moler, que les llevaba también un par de horas.

Ninguna de ellas, sin embargo, cuenta aquello como si fuese un gran sacrificio. Fue lo que nos tocó, es lo que dicen simplemente. Y hasta era una de las labores suaves, dentro de su hogar.

Una vez al año, ahora, nos juntamos en la misma casa en que vivieron su infancia.

Ellas permanecen juntas hasta el día de hoy pues ninguna se casó ni tuvo hijos, y cocinan puré para los nueve hermanos que les quedan  y para un gran número de sobrinos y sobrinas que vamos cada año.

En esa oportunidad, comemos, bebemos y escuchamos las mismas historias hasta que es la hora de irnos y ellas se despiden hasta el próximo año.

Cada año hay más grumos y pedazos de papa, dentro del puré, supongo que porque están más débiles. Pero no dejan que nadie les ayude, salvo en las ensaladas y la carne que prepara algún otro, para acompañar al puré, que es siempre el centro de esa reunión.

Mientras repiten la historia este año, yo las observo y pienso que es probable que sea la última comida que se realice de esta forma.

Esta es una buena tradición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales