miércoles, 13 de junio de 2018

El espía.


I.

-Soy espía –me dijo, apenas abrí la puerta.

-¿Espía? –pregunté.

-Sí. Soy espía –confirmó.

-¿Y qué desea? –pregunté, invitándolo a pasar.

-Hacer mi trabajo, solamente –contestó.

-Ok. –Le dije.

Y entró.


II.

Le ofrecí una cerveza, pero no aceptó.

-Estoy trabajando -me dijo.

-¿En este momento? –insistí.

-Sí -contestó.

-¿Y a quién espía?

-A usted –señaló.

Yo me sorprendí un poco, pero finalmente no dije nada al respecto.

Entonces me serví la cerveza mía y la de él, para pensar más claro.


III.

-Si quiere ahorrar trabajo puedo ayudarlo –le ofrecí.

-¿Cómo? –preguntó.

-Me refiero a s quiere saber algo –intenté explicar-, puedo evitarle espiar y decirle directamente lo que quiera…

-Soy espía –volvió a decir, algo cortante.

-Lo sé… -contesté-. Por eso mismo yo puedo contarle…

-No –contestó-. Si usted  me cuenta ya no soy espía… Y eso es lo que soy.


IV.

Minutos después, mientras tomaba un café, abrió su bolso y me mostró varias libretas, que fue poniendo una junto a otra.

-¿Las vende? –le pregunté, por molestar.

-No -me dijo-. Son productos para espías. En ellas he anotado todo lo referente a esta investigación.

-¿Cuál investigación?

-Ya le dije. Lo espío a usted.

-¿Y en esas libretas…?

-Hay información –interrumpió-. Datos para confirmar quién es usted.

-¿Quién soy yo?

-Sí –repitió-. Datos para confirmar quién es usted realmente.

-¿Y quién soy? –pregunté.

-Usted es Vian –me dijo entonces-. A veces lo olvida, pero usted es Vian.

-¿Está seguro? –le pregunté.

-Seguro –contestó-. Puede engañarse usted, tal vez, pero yo soy un buen espía.

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