miércoles, 6 de junio de 2018

Funeraria,

“Cuando una persona está muerta,
cuando se sabe que está muerta en forma definitiva,
probadamente muerta,
no hay manera de demostrar que está viva”.
M. T.


Juro que cuando murió, fuimos de inmediato a buscar asesoría a la funeraria, pero esta se encontraba cerrada por duelo.

Visto ahora, a la distancia, puede parecer incluso una situación graciosa, pero entonces no lo era.

Lo cierto es que cometimos varios errores luego de su muerte, que nos llevaron a efectuar un funeral recién a los seis días.

Al funeral asistieron mayormente vecinos, uno que otro pariente como nosotros-, y una mujer mayor que decía haber sido su amante.

La mujer tenía unos mellizos y alegaba porque estos quedarían desprotegidos, luego de la muerte del presunto padre.

Fue entonces que, junto a otros familiares, reunimos una primera suma y les instamos a salir del local.

Entonces pasaron unos días, hasta que llegó un nuevo mensaje pidiéndonos ahora más dinero y ciertos privilegios relacionados con la herencia.

Esta vez, sin embargo, no accedimos a las demandas, por lo que pensamos que la presión de la mujer se intensificaría, y buscaría otros caminos para insistir.

Pasó entonces el tiempo y, sorprendentemente, la mujer no volvió a aparecer, ni tampoco sus hijos.

De hecho, yo llegué a pensar que el episodio de la mujer, había sido imaginado, o fruto de una confusión.

Para cerciorarme, fui un día hasta la funeraria y les pregunté por aquella vez en que habían cerrado por duelo.

Ellos se miraron y no dijeron nada.

Incluso parecieron molestarse.

Fue en ese instante que yo comprendí, pero también guardé silencio.

Los demás, por cierto, intentaron demostrar que entendían la diferencia entre estar vivo y comenzar a dejar de estarlo.

Probablemente, todo fue en vano.

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