lunes, 25 de junio de 2018

La muñeca muerta.

“Bien puedes hacer esto
con quien pueda sufrirlo”.
G. de la V.

Ellos se preocuparon porque la vieron cortar a una muñeca con un cuchillo.

Un día cualquiera, a los seis años, luego de llegar del colegio.

No le dijeron nada de inmediato, pero esa noche le preguntaron por la muñeca.

Se llamaba Martina, la muñeca.

-¿Y Martina? –le preguntaron.

-Está muerta –dijo la niña-. Era una muñeca muerta.

No le quisieron preguntar más y lo dejaron así, por esa noche.


Al otro día, vieron que la niña devolvió el cuchillo antes de sentarse a desayunar.

-¿Por qué tenías el cuchillo? –le preguntaron, con un tono tranquilo.

-Porque quería saber si estaba muerta… -les contestó.

-¿Martina?

-Sí –dijo la niña-. Martina.

-¿Y estaba muerta?

-Sí… -agregó la niña-. Era mi única muñeca muerta. Yo creo que se murió de vieja.


Luego de dejarla en el colegio ellos buscaron los restos de la muñeca y los encontraron en un pequeño basurero, en el cuarto de la niña.

Tenía cortes a lo largo de los brazos, el tronco y las piernas.

El rostro de la muñeca, sin embargo, estaba intacto.

-¿La llevamos al sicólogo? –preguntó.

-No sé –dijo ella-. Tal vez es cierto que solo quería comprobar si estaba muerta.

-¿Y cómo habrá querido comprobarlo? –volvió él a preguntar.

-No sé… Tal vez esperaba que la muñeca gritara y no lo hizo…

Ambos guardaron silencio un instante.

-¿Y? –insistió él-. ¿La llevamos?

-Yo creo que no… -dijo ella, algo insegura-. Solo quería saber si estaba muerta…

-Sí… -aceptó él-. No es tan grave. Está al límite de lo que se puede hacer, creo yo…

-Sí, yo también lo creo… -confirmó ella.

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