lunes, 1 de septiembre de 2014

Cómo quebrar la botella de Klein



Un amigo me explica lo de la botella de Klein.

Sé que alguna vez leí sobre eso, pero ya lo he olvidado.

Me lo cuenta y además me desafía a hacer una botella de Klein a partir del lenguaje.

Ni interior ni exterior, me recuerda.

Él parece entusiasmado.

Hace unos diagramas.

Me muestra una representación en su celular.

Yo lo observo.

Luego saco en limpio algunas ideas.

No las digo.

Ahora observo a mi amigo, mientras habla.

Mi amigo está cambiado.

Publicó hace poco en una revista importante de matemáticas y su energía es otra.

No es mala, sin embargo, solo planteo que es otra.

Hace años, publicamos juntos en otra revista matemática, de menor importancia.

Mi energía también era otra, en ese entonces.

Ni mejor ni peor, pero era otra.

Esa vez publicamos una serie de modelos que ofrecían alternativas a cómo evertir una esfera.

Uno de esos modelos, por cierto, era lingüístico.

Ese lo hice yo.

Hoy lo he olvidado por completo.

Ahora tomamos una cerveza.

Antes también tomábamos cerveza.

No sé si la cerveza ha cambiado.

Él vuelve a la oferta, entonces.

Me aclara que el desafío puede dar pie a un proyecto interesante.

Un proyecto con fondos, recalca.

Yo lo observo.

Por un momento lo relaciono con esos autos a los que cambian de lado el manubrio.

Digo que no al desafío.

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