“No me deje solo entre personas
llenas de certezas… es terrible”
E. V. M.
Recuerdo que en la U, cuando estudiaba, había una chica con serios
problemas a la vista y que leía con los libros prácticamente pegados al rostro.
Casi siempre estaba en biblioteca o leyendo en el casino y lo cierto es
que sus gustos de lectura no eran malos, según mi criterio.
Así, recuerdo haberme fijado que leía a Tolstoi, Proust, Faulkner… casi
todos en ediciones muy antiguas.
A raíz de eso, justamente, trató una de las pocas conversaciones que
tuvimos, donde me dijo que quizá la única ventaja de su problema a la vista,
era poder sentir el aroma, de los libros, mientras leía.
-Por eso pido siempre libros viejos –me explicó esa vez, mientras
hablábamos.
Y claro… recuerdo que a raíz de esa conversación hice el intento de
leer intentando sentir el aroma de las hojas… y fue una buena práctica.
Para terminar la historia, por cierto, me gustaría señalar que con los
años operaron a esa chica, pero lamentablemente, si bien mejoró del problema
que tenía, quedó entonces con un problema distinto: debía leer de lejos.
Así, me tocó verla con los brazos extendidos leyendo algunos libros más
nuevos.
Con todo, debo admitir que esa vez no hablé con ella.
Y es que tal vez me ocurrió con ella como con los libros, pienso ahora.
O tal vez ocurre que cambiamos, simplemente.
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