-¿Sabes…? El otro día me acordaba que de chica tenía creencias extrañas…
-¿Dios?
-No… o sea, también, pero me acordaba más bien de otra cosa… de otra
creencia, me refiero.
-¿Creencia en qué…?
-Es que es raro de decir, pero supongo que era una creencia en las
arañas… o en un montón de arañas, mejor dicho…
-No te entiendo.
-Es que no me explico todavía… Lo que pasa es que pensaba que el mundo estaba
lleno de arañas… O sea, las cosas…
-¿Cómo?
-Así, tal como suena: todo lleno de arañas… Que si partes una piedra, o
hasta un hueso, por ejemplo, dentro estarían llenos de arañas… Era terrible.
-…
-De verdad era terrible. O sea, así lo sentía… Podría decirse que crecí
incluso con ese miedo…
-¿Miedo a las arañas, entonces?
-Miedo al interior de las cosas, creo yo… Sí, eso es más exacto. Miedo
a investigar, a abrir cosas, a descubrir algo…
-¿Descubrir cáscaras…? ¿Eso era lo terrible?
-No, sé, pero supongo que un poco sí… Con otras palabras, claro… Es
decir, no se trataba de que las cosas estuviesen rellenas de arañas… podría
haber sido flores el relleno, y la sensación que se generaba habría sido la
misma…
-…
-Me costó años hacerme la idea de que la cosas… y hasta los seres,
están llenos de sí mismos, simplemente…
-¿Ya está solucionado entonces?
-No sé… Sinceramente no sé. Sueno fácil “llenos de sí mismos”, pero a
veces prefiero las arañas…
-¿Lo dices en serio?
-Por supuesto: a veces prefiero a la arañas.
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