martes, 2 de septiembre de 2014

A veces prefiero las arañas.



-¿Sabes…? El otro día me acordaba que de chica tenía creencias extrañas…

-¿Dios?

-No… o sea, también, pero me acordaba más bien de otra cosa… de otra creencia, me refiero.

-¿Creencia en qué…?

-Es que es raro de decir, pero supongo que era una creencia en las arañas… o en un montón de arañas, mejor dicho…

-No te entiendo.

-Es que no me explico todavía… Lo que pasa es que pensaba que el mundo estaba lleno de arañas…  O sea, las cosas…

-¿Cómo?

-Así, tal como suena: todo lleno de arañas… Que si partes una piedra, o hasta un hueso, por ejemplo, dentro estarían llenos de arañas… Era terrible.

-…

-De verdad era terrible. O sea, así lo sentía… Podría decirse que crecí incluso con ese miedo…

-¿Miedo a las arañas, entonces?

-Miedo al interior de las cosas, creo yo… Sí, eso es más exacto. Miedo a investigar, a abrir cosas, a descubrir algo…

-¿Descubrir cáscaras…? ¿Eso era lo terrible?

-No, sé, pero supongo que un poco sí… Con otras palabras, claro… Es decir, no se trataba de que las cosas estuviesen rellenas de arañas… podría haber sido flores el relleno, y la sensación que se generaba habría sido la misma…

-…

-Me costó años hacerme la idea de que la cosas… y hasta los seres, están llenos de sí mismos, simplemente…

-¿Ya está solucionado entonces?

-No sé… Sinceramente no sé. Sueno fácil “llenos de sí mismos”, pero a veces prefiero las arañas…

-¿Lo dices en serio?

-Por supuesto: a veces prefiero a la arañas.

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