“Me dicen que diga no,
pero lo diré nunca.
Esa es mi última palabra”
Hoy observé largo rato como instalaban un semáforo.
Pero me niego a hablar de eso.
Además, todavía no lo encienden y creo que lo habilitan recién en tres
semanas.
¡Puede que esté muerto en tres semanas…!
No es que esté enfermo, pero es posible… me refiero.
Para todos es posible, si están vivos.
Otra cosa que observé fue un arbusto con naranjas.
No las saqué, ni nada… pero las miré por largo tiempo.
Pero claro… también me niego a hablar de las naranjas.
Además les faltaba tiempo para estar maduras.
No sé calcular eso, pero al ojo
digo dos semanas.
¡Puede que esté muerto en dos semanas…!
No es que quiera estarlo ni que me obsesione la idea.
Pero puede que nunca llegue a probar esas naranjas.
Ya de tarde, observé por largo tiempo una muralla.
Parece fome, pero me entretuve viendo detalles.
Uniones, pequeñas manchas y hasta unas hormigas que andaban por el
borde.
¿Saben que no duermen, las hormigas?
Eso pensaba mientras observaba la muralla.
Pero dejé de hacerlo pues no había apuro.
Además, no creo que caiga pronto, esa muralla.
De hecho, puede que nunca llegue a ver como cae esa muralla.
Aunque caiga en una semana.
O en tres o cuatro días.
Otras cosas que vi hoy:
Un abuelito elevando volantines.
Tres cortometrajes de Herzog.
El césped de un jardín.
Un libro de diseños de casas en los árboles.
Por cierto, también me vi al espejo.
Pero me niego a hablar de eso.
Además, no sé si mi rostro dice mucho ni si entiendo su mensaje.
Por eso, aunque no me negara, no podría hablar de eso.
Así, es probable que enciendan el semáforo.
Que maduren las naranjas.
Y hasta que se caiga la muralla.
Eso es lo único probable.
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