sábado, 27 de septiembre de 2014

Niños que no son buenos.



Te dijeron cuántas veces que eso estaba equivocado.

No puedes decir que lo hicieron a la fuerza o de una forma lejana.

De hecho, te hablaron y llevaron por el camino por donde iban los niños buenos.

Pero algo te incomodó desde un comienzo entre un paso y otro.

Surgieron intuiciones que te hacían dudar de la felicidad al final de aquel camino.

Te sentiste mal por eso, ¿recuerdas?

No mal contigo mismo, digamos, sino con los otros.

Esos otros que te guiaban en aquel entonces.

Así, decidiste aguantar lo más que pudieras.

Sabías que no sería eterno.

Intuías, incluso, que algún día te saldrías de esa ruta.

Y claro, todo sucedió de esa forma.

Sin una planificación precisa, sin haber establecido un nuevo rumbo.

Si fue hasta sin avisar.

Te alejaste simplemente, y no se dieron cuenta.

De hecho, siguieron hablándote durante varios días.

Cuando se percataron, finalmente, ya era tarde.

Era inútil comenzar a buscar.

Nadie supo dónde fuiste.

Con todo, no hubo grandes sufrimientos.

No es un niño bueno, comentaron.

Nunca fue de esos.

Solo yo observé todo, mientras miraba una hoja en blanco.

Yo tampoco soy bueno, escribí en aquella hoja.

No sé qué significa.

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