martes, 3 de junio de 2014

Hazel.


Hazel junta nueces.

Junta nueces como si fuese una ardilla.

Ya llenó dos canastos y una caja de zapatos sin zapatos.

No sé bien para qué las quiere.

A veces hace filas y juega con ellas.

A veces las mira por largo rato como si quisiese buscar dos iguales.

Eso hace. Pero no sé bien para qué las quiere.

En una oportunidad Hazel escribió un poema para sus nueces.

Lo leyó en su colegio y los profesores hablaron sobre ella.

Dijeron que era rara.

Dijeron que no era mala niña.

Dijeron que no jugaba con sus compañeros.

Nadie habló del poema.

Nadie habló de las nueces.

Nadie habló con Hazel, o muy poquito.

En el poema ella decía que un día sería fuerte.

Fuerte como para abrir cada una de sus nueces.

Fuerte como para abrir piedras que esconden otras piedras.

Así, debajo del poema venía un dibujo.

Era la misma Hazel, de grande.

Un tanto musculosa y con una nuez en cada una de sus manos.

¿Vieron ustedes el dibujo?

Está pintado con lápices de cera.

También tiene una indicación que hace referencia a un ruido que sale de cada una de las nueces.

La referencia dice “¡Crack!”

Luego se acaba la hoja.

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