“Estoy cantando porque pronto llegaré a
casa”
J. F.
No es que no te guste tu trabajo, pero te alegras
si sales antes para regresar a casa. Una eventualidad, un pequeño desajuste y
de pronto tienes cien minutos a tu disposición. Apenas te informan y ya cambia
el ánimo. Algunos colegas hablan de pasar a algún sitio, pero finalmente optan
por volver a casa. Haces y deshaces algún plan, piensas en pasar a comprar
algo. Finalmente no haces mucho y simplemente regresas. Enciendes la tv y
observas programas que nunca alcanzas a ver. Malos programas. Con esta luz se
nota más el desorden. Tal vez debas reorganizar un par de cosas. Si tienes
hijos pasas un rato con ellos y quizás hablas de hacer algo, porque hoy volviste
antes, explicas. Hasta mencionas la idea del cine, pero sabes que el tiempo
extra no es el suficiente y además hay que preparar las cosas para el otro día
y está el trabajo ese de artes en que no lo has visto avanzar y quizá puedas
ayudarle. Además no hay nada nuevo en el cine. Entonces te das un tiempo y te
sientas a hacer algo. Hojeas un libro, una revista, un diario, mientras los
Simpsons se mueven en silencio por la pantalla. De pronto, algo somnoliento,
observas el reloj. Está colgado en la pared y te entrega la hora de siempre. La
hora en la que siempre llegas, me refiero. Preparas algo de comer. Si tienes pareja
es probable que ella llegue y conversen un poco. Tú le cuentas que te dejaron
salir antes. Lo intentas contar con emoción, pero el corazón latió a la misma
velocidad de siempre. No es terrible, no creas. No hay ironía en esto. Puedes
mojarte la cara, caminar, mirar el cielo. Puedes respirar hondo, simplemente.
Volver a tu hijo, a tu pareja, a tu biblioteca. Tienes más de lo que otros
tienen. Antes de dormir riegas el jardín. Miras en él como crece la maleza. No
es fea la maleza, ahora que te fijas. Es decir, es dispareja y parece más viva
que el resto del jardín. Por la ventana ves a tu hijo lustrar sus zapatos. A
veces lo miras un poquito, cuando duerme. Te duchas. Te quedas un largo rato
bajo el agua. No vas a llorar, piensas. No hay tragedia en esto. Te acuestas.
No para dormir aún, pero te acuestas. Si tienes pareja te quedas con ella, a su
lado. No es que no te guste tu casa, pero piensas en dormir pronto para llegar
descansado al trabajo. Cierras los ojos. Afuera no hay estrellas ni hay luna.
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