-Teníamos tanto frío que acabamos con el bosque –me
dijo-, y el bosque era lo mejor que teníamos. Por lo general no es algo que se
reproche, pero de todas formas saber aquello no me tranquiliza. No sé si me
explico... Quemamos el bosque para estar frente al fuego. Es decir, para dormir
y despertar, junto al fuego. No suena grave, quizá, pero me siento avergonzado
al decirlo. Y es que es probable que el frío, al menos, nos hiciera sentir algo…
Diferenciarnos de aquellas cosas para las que el frío no existe, me refiero… Pero
claro, fuimos cómodos, y no nos dimos cuenta hasta que el bosque ya no estaba…
Y era tarde.
-Los bosques vuelven a crecer –señalé.
El viejo guardó silencio por un momento.
-Eso no hace sino empeorar las cosas –dijo entonces,
tras pensarlo-. Pone de manifiesto que siempre nace lo mismo que muere. O si lo
prefieres, hace perder la esperanza que tenemos de ser otros…
-¿No cree que está exagerando?
-No –contestó-. Yo lo veo así. Matamos lo mejor que
tenemos y luego lo máximo que podemos aspirar es volver a tener algo similar…
No teníamos derecho a acabar con el bosque.
-¿Quiere que haga algo al respecto o solo quiere
fingir que habla conmigo…?
-Hablo contigo. Tú estás quemando las palabras para
escapar de otro frío. Estás quemando el bosque…
-Los bosques vuelven a crecer –volví a señalar.
-No entiendes una mierda –me dijo.
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