“Lo que Tarquino el Soberbio
daba a entender con las amapolas
de su jardín, su hijo lo comprendió,
pero no el mensajero”
Todos hablan en clave.
Todos.
Lo que pasa es que jugamos a olvidarnos.
A pasar por alto ese detalle.
A hacernos los hueones, en definitiva.
Así, sucede que dejamos la mitad en el plato.
O nos vamos sin recibir el vuelto.
Y hasta pensamos que el amor es la salvación de la vida, y del
lenguaje.
Pero claro… olvidamos que todos hablan en clave.
Todos.
Y hasta gastamos el tiempo en discutir si aquello es o no es cierto.
Gastamos el tiempo, decía.
Entonces, por olvidarnos, ocurre que el corazón se transforma en cerveza
tibia.
Y las palabras se vuelven
cerveza tibia.
Y el mundo entero, incluso, se transforma en un gran charco de cerveza
tibia.
…
Puede usted pensar distinto, por supuesto.
Y hasta puede que yo esté hablando de otra cosa.
Pero de una forma extraña debo tener razón, en algún sitio.
…
Y es que todos hablan en clave, decía.
Todos.
Y lo intentas olvidar y hasta a veces lo olvidas.
Y claro: recoges flores, y tomas una mano y observas lo hermoso del
mundo…
Vuelves a hacerlo, me refiero.
¿Pero sabes…?
Ocurre que muerdes tu propia lengua, cuando sueñas.
...
Tómalo si quieres como una clave.
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