sábado, 29 de marzo de 2014

Queremos tanto a Max Brod.



Ante todo aclaro que el título de esta entrada es sarcástico.

Y es que yo, al menos, no quiero a Max Brod.

Puede que no tenga mayor importancia, es cierto… pero si le interesa puedo resumir en una, mis razones.

No lo quiero porque quiso tener las manos limpias.

Así, digamos que prefirió rescatar papeles, en vez de servir a una voluntad directamente humana.

E inclinó, de esta forma, la balanza del lado equivocado.

Con todo, no crean que niego acá, por ejemplo, la importancia de El Castillo.

(Y cuando digo importancia, por cierto, digo también necesidad, belleza, espíritu, verdad y otras cuántas cosas).

No niego la importancia, decía, pero no pueden pedirme que disculpe a Brod de tamaña traición.

Brod sin agallas.

Brod manitos limpias.

Y es que es cierto que no hubiese leído El Castillo, pero es tarea nuestra confiar en El Castillo que existe, en silencio, dentro de cada ser humano.

Así, resultó finalmente que Max Brod no confió en su corazón para guardar los escritos de su amigo.

Y en vez del fuego, arrojó al barro del mundo aquellos textos, para que se quemasen sin arder y de una forma vil, y más sucia.

Brod traidor.

Brod comido por termitas.

No tenías la pureza necesaria para quemar esos papeles.

Brod manitos limpias.



2 comentarios:

  1. Todo un dilema...hacer lo que nos pidieron o lo que creímos justo. Cada quien decide sobre sus prioridades. Tampoco es cuestión de juzgar a otros con nuestra propia vara de medir dignidades.
    Un abrazo

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  2. Se aprende harto aquí. Son como clases particulares. Gracias profe!

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