domingo, 31 de marzo de 2024

El mundo sin hechos sigue siendo el mundo.


Estuve pensando. Largo tiempo estuve pensando. De hecho, incluso llegué a pensar sobre el hecho mismo de estar pensando. La acción que remite a otra acción, me dije. Si es que pensar era una acción, por supuesto. Luego, quise encontrarle un predicado a aquella frase, pero no hubo caso. “La acción que remite a otra acción”. Como frase, siguió simplemente así: desnuda. Esa ineficacia, comprendí entonces, también era un hecho. Y eso me tranquilizó un poco. Una acción insustancial, en todo caso, o una acción de otro tipo. Pero una acción tenía que considerarse, por definición al menos, como un hecho. El mundo sin hechos sigue siendo el mundo, dije entonces. Y como me gustó como sonaba aquello escribí esa frase y decidí utilizarla como título de un breve texto. Luego de escribirla, sin embargo, comencé a observarla. Primero la observé en superficie. Únicamente como significante, la observé. Pero luego, no pude pensar intentar pensar aquello que había escrito y la frase entonces me pareció -desde su significado-, flotar inerte sobre la superficie -en la superficie de su significante-, como un muerto. Igual no es grave, debí decirme. Pero lamentablemente no lo hice. En cambio, busqué justificarme y bajo el título que había escrito comencé a agregar otras palabras, a modo de excusas. Igual nadie se da cuenta, pensé. Y lo escribí.

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