sábado, 23 de marzo de 2024

Me vino a la mente un nombre.


Me vino a la mente un nombre.

Sin que lo llamase, llegó.

Por lo mismo, su llegada me sorprendió, al menos en un inicio.

Luego, la sorpresa se transformó en intranquilidad, y hasta en una especie de alboroto.

Sí, alboroto.

Igualito que el causado por un alce en esos videos gringos en que ingresan a una casa.

De todas formas, debo reconocer que la casa en la que habría entrado el alce, ya estaba un tanto alborotada.

Así, ocurrió que el nombre que entró como un alce, transformó un caos en otro.

Y un caos nuevo, por supuesto, siempre es más caótico que un caos conocido.

O eso al menos pienso yo.

De hecho, creo que eso es lo que pensaba cuando de pronto me vino a la mente un nombre.

Un nombre que no era el mío y que hace unas líneas recordaba perfectamente, aunque ahora lo he olvidado.

Es extraño, pero cuando intento recordarlo llegan otros nombres en vez del que se ha ido.

Y es que el nombre que intento recordar solo llega sin que lo llames.

Si lo piensas, es lo mismo que salir de la casa e intentar llamar al alce.

¿Ridículo, no?

O eso al menos pienso yo.

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