miércoles, 20 de marzo de 2024

Incorporado al inventario.


Demandó a la empresa porque descubrió que lo habían incorporado al inventario.

Igual que si fuese un mueble o un artefacto propiedad de la empresa.

En concreto, lo que descubrió fue que su nombre estaba junto en medio de los escritorios y las pizarras de corcho.

Y eso, por supuesto, le parecía una afrenta.

Un verdadero despojo, recuerdo que decía.

Yo lo escuché, por supuesto, y hasta vi las fotos del inventario.

Debo reconocer que me pareció en principio algo chistoso, pero desistí de reír o de bromear pues él se lo tomaba demasiado en serio.

Fue entonces que me contó que ya se había puesto en contacto con un abogado y que pensaba iniciar una demanda.

Me han despojado de mi condición humana, repetía.

Me han humillado al tratarme como si fuese un simple objeto.

Me dediqué a escucharlo aquella vez, y a asentir, simplemente.

Mientras lo hacía, pensaba que justamente lo estaba mirando como si fuese un televisor, sin interactuar con él.

Por supuesto, no se lo dije.

En cambio, comencé a mirar el lugar – estábamos en un bar, cerca de su trabajo-, y mientras miraba a las personas y a los objetos de aquel sitio, me di cuenta de pronto que mi afecto se inclinaba, indudablemente, más por los objetos.

En este sentido, concluí que para mí sería un halago si me descubriese en un inventario, y me incorporaran de esa forma al mundo que ocupo.

Él, en cambio, según supe, persiste todavía con la demanda.

Y al parecer la va a ganar.

Sea lo que sea que signifique aquello.

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