martes, 26 de marzo de 2024

Voz, si quieres.


Voz, si quieres.

Nada más que voz.

Voz como agua, si la necesitas.

Pero te lo advierto: no bebas de aquella que no te pertenece.

No bebas de aquella que no reconoces como tuya.

Déjala ir, mejor.

Obsérvala alejarse.

Seguir con su ciclo hasta que deje de ser voz.

Hasta que deje de ser agua, si es posible.

Después de todo, una voz no escuchada, deja de ser lo que era.

Y el agua no bebida no es distinta a una piedra.

¿Recuerdas que una vez, de pequeña, me lo preguntaste?

¿Para qué sirve una piedra?, fue lo que me dijiste.

Y tras mi respuesta inútil, debiste aclararme:

No para qué nos sirve a nosotros, sino para qué sirve ella misma.

Y claro, esa voz tuya quedó rondándome desde entonces como si fuese mía.

Como una pregunta que se ha revelado de pronto como una respuesta.

Llámala voz, si quieres.

Yo al menos la llamo así.

Nada más que voz.

Llamémosla así y bebamos de ella como si fuese agua.

Antes de que crezcas, me refiero.

Antes de que tu voz se vuelva tan tuya que te sea imposible compartirla.

Y es que no tuve respuesta, es cierto.

Y todavía no la tengo.

Sabemos, sin embargo, que no siempre es necesaria.

Eso es lo que he aprendido.

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