domingo, 17 de marzo de 2024

Tarde, aunque no quieras.


A veces ya es tarde, aunque no quieras.

Tarde para ser bueno, por ejemplo, o para buscar una mejor opción.

Eso hablaba con J. el otro día, cuando nos encontramos a la salida del concierto.

Fue ella la que me reconoció en un inicio y se acercó a conversar.

Cruzamos unas palabras, en medio de la gente, pero no lográbamos escucharnos bien.

Por eso, mayormente, nos fuimos a un bar; para tomar algo y hablar un poco más tranquilos.

Fue entonces que ella dirigía la conversación al tema de la inevitabilidad.

Y no cualquier inevitabilidad, por cierto, sino la inevitabilidad de evitar el daño que provocamos a los otros.

-Piensa en alguien que rece -me dijo-. En alguien que crea en Dios y que esté en medio de una guerra escondido en su casa con su familia… Imagina que reza para que los aviones enemigos no ataquen, pero de pronto se da cuenta que ya están cayendo las bombas sobre ellos…

J. hizo aquí una pausa, como para generar expectación.

-¿Y? -le pregunté.

-Piensa un poco lo que ocurre ahora -me dice-, ¿te das cuenta?

-¿Cuenta de qué?

-Pues que cuando la bomba va cayendo dejas de rezar para que no caiga -me explica-, y comienzas a rogar que la bomba caiga un poco más allá… Sobre las cabezas de otros, me refiero… ¿me entiendes?

-Supongo que sí -le dije, luego de un rato.

Nos quedamos entonces en silencio, unos minutos, pero J. se mostraba nerviosa, como si quisiera regresar a hablar del tema.

-¿Comprendes ahora que es inevitable? -preguntó de pronto.

-Sí -le dije, para que no insistiese-. Por supuesto que comprendo.

Ella entonces pareció calmarse. Un poco, al menos.

Luego, intenté llevar la conversación por otros rumbos, pero nada fluía entre nosotros.

Así, después de unos cuantos minutos decidimos irnos del lugar.

-No estés tan tranquilo -me dijo de pronto, cuando nos despedimos-, las bombas han comenzado a caer, aunque no te des cuenta.

-Ya… -dije, torpemente, pues no sabía qué más agregar-. Cuídate tú también.

Luego de eso, J. se fue en un Uber y yo caminé un poco, para despejarme.

Y no vi luz, pero escuché un trueno, poco después.

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