jueves, 28 de marzo de 2024

Cosas peores.


I.

-Hay cosas peores -me dijo.

-¿Peores que qué? -pregunté.

-Da lo mismo de qué -me contestó-. Siempre hay cosas peores que otras. Piense en eso.

Y claro, yo lo pensé.

De hecho, fui haciendo una especie de escala de coses peores.

Unas peores que otras, por supuesto.

No sé si me sirvió para algo importante, pero al menos me mantuvo ocupado.

Aunque claro, mantenerse ocupado también es algo importante.

O debiera serlo, al menos.


II.

-Piénsalo mejor como una suma de fragmentos -la escuché decir-. Fragmentos pequeños. Ridículamente pequeños. Y como lo ridículo suele darnos risa ríete de ellos. No burlándote, por supuesto, porque en el fondo tú estás presente en esos fragmentos. Ríete con alegría simplemente, como cuando te caes tú mismo y no te duele y entonces te ríes. No sé si me entiendes, pero igual te lo digo: todos los fragmentos son parte de ti.

-¿Absolutamente todos? -escuché decir a otra voz.

-Bueno… casi todos -contestó ella, con naturalidad-. Todos menos uno, en realidad.


III.

-No parecerá una historia, pero debes contarla así -me dijo esa vez, antes de despedirse-. Después de todo, las historias no se construyen siempre de la forma en que te enseñan.

Yo asentí.

-Además -agregó-, no todas importan.

Después de un rato, recuerdo haberle preguntado si la nuestra era una historia de las que importan o de las que no.

Ella contestó, por cierto, aunque no recuerdo su respuesta.

Luego se despidió y se marchó sin más.

-Hay cosas peores -me dije.

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