sábado, 30 de marzo de 2024

Yo funciono así.


-Yo funciono así, pero ellos no entienden -me dijo-. No entienden que lo hago por su bien… que mi funcionamiento es así por ellos, en el fondo…

-Pero usted... -intenté decir.

-No me interrumpa -me dijo, alzando la voz-. No sea usted como ellos. Estoy seguro que iba a acusarme, ¿no? Que les he quitado cosas, que tienen menos que antes…

-Pero es así… por supuesto que tienen menos -lancé.

-¡Claro que tienen menos! -me dijo-. ¡La clave está en eso...! Le das menos de lo que les has quitado. Pero al darle menos, aunque no lo creas les estarás dando algo más…

-¿Qué más? -pregunté.

-Algo más -siguió diciendo-. Algo importante… les comprimes la felicidad para que puedan localizarla, les agrandas el desierto para que valoren más el oasis… Usted al menos trate de entender, porque ellos no quieren… ¡Puedo darles mil ejemplos, pero no quieren aprender! No pueden cargar más cosas sobre ellos, no tienen espalda para eso… Yo los aligero, en el fondo.

-Lo que falta también se carga -dije.

-Escúchese, Vian -dijo entonces, con un tono condescendiente-. Escuche la metáfora hueona que ha dicho.

No supe que contestarle.

Incluso consideré que podía tener razón.

-Parece que alguien le ha quitado también el poco talento que tenía y le ha devuelto una migaja… -me dijo-. No sea hueón y no se la arroje a esos pájaros. No saben distinguir piedras de migajas.

-Pero… -intenté decir.

-Pero nada, Vian -concluyó-. Ya está todo dicho. Usted ya no cree ni en argumentos ni en metáforas ni en palabra alguna…

-Tampoco en las suyas, entonces -le dije. Pero el fingió no escuchar.

Había sacado el teléfono y observaba algo en la pantalla. Luego, sin más me dio la espalda, y se marchó.

En otro momento, pensé, ese habría sido su error, y esto tendría un final más digno.

En otro momento, repetí.

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