lunes, 5 de febrero de 2024

Una reina sola y vieja.


-Mira -dijo P.-, en esa casa vive una reina sola y vieja. La he visto un par de veces. Probablemente ni siquiera sepa que está sola.

La casa era grande, antigua, de dos pisos. Estaba rodeada de vegetación bastante crecida y descuidada.

En ese entonces, como apenas era un niño, me daba miedo aquel lugar.

-¿Cómo es? -le pregunté.

-¿Quién…? ¿La reina?

-Sí -le dije.

-Es como una mujer vieja, nada más -me contestó-. Un tanto más perdida que la mayoría. Parece un poco loca.

Intenté imaginármela. No me resultaba muy bien.

-¿Cómo sabes que es reina? -le pregunté, después de un rato.

-Son cosas que se saben, simplemente -me dijo.

-¿Pero cómo? -insistí.

Él hizo una pausa antes de responder. Me miró como si evaluara si era o no merecedor de su respuesta.

-Me he metido a escondidas en la casa unas pocas veces -me dijo-. He intruseado y he encontrado fotos y documentos. Es reina y no tuvo hijos así que sigue siendo reina.

-¿Y de qué país? -pregunté ahora.

-De un país chiquito, a veces ni sale en los mapas… está cerca de la Guyana francesa.

-Ya… -le dije.

No sabía si creerle o no, pero supongo que finalmente le creí.

Días después, de hecho, me convenció para que nos metiésemos a aquella casa y pudiera comprobarlo por mí mismo.

Nos pasamos por la pared trasera, que daba a un sitio abandonado. Tras entrar, nos escondimos entre la maleza del patio y nos acercamos hasta la ventana en que estaba encendida una luz.

Dentro pude observar a la mujer vieja, sola, tendida sobre una cama, con los ojos abiertos.

-¿Por qué está tan quieta? -pregunté.

-Porque es una reina -respondió P.-. Está esperando que alguien la atienda…

-Pero no hay nadie -dije.

-Cierto, no hay nadie, pero ella no lo sabe -me dijo.

Observamos un rato más, pero la mujer no se movió.

Luego fuimos hasta un cuarto trasero, lleno de cajas en las que guardaban fotos y papeles, principalmente.

-Si quieres buscamos juntos los papeles donde aparece que es una reina -ofreció P.

-No es necesario -le dije-. Te creo.

Así era.

Poco después, decidimos irnos.

Mientras saltaba la pared (a mí me tocó de último) miré hacia la ventana en la que estaba la luz encendida y pude ver que la mujer estaba de pie, mirando por la ventana, justo en mi dirección.

No sé bien por qué, pero hice un gesto con mi cabeza, a modo de saludo, y luego salté.

La reina, a pesar que debía estarme viendo, no hizo gesto alguno.

-Tengo que volver -me dije, aunque no sabía para qué.

Había conocido a una reina.

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