domingo, 11 de febrero de 2024

En solitario.


F. coleccionaba juegos de mesa que pudiesen jugarse en solitario.

De hecho, lo ideal era que pudiesen jugarse, exclusivamente de esa forma.

Un día en que fui a comprarle un juego que vendía, pude conocer su colección.

El juego que le compré, por cierto, no tenía modo solitario y justamente por eso lo vendía.

-Me equivoqué al comprarlo -me dijo-. Me habían hablado erróneamente del modo de juego…

Fue entonces que me contó sobre la particularidad de su colección, que estaba compuesta por más de doscientos juegos.

Conocía muy pocos así que se dedicó a mostrármelos y a contarme brevemente de qué se trataban.

-Igual he jugado muy pocos -me dijo-. La jugabilidad la conozco por las reseñas, más que nada.

Yo asentí.

En principio, debo reconocer que F. me dio algo de pena, pues lo imaginé como alguien en extremo solitario, obviamente a partir de su colección. Poco a poco, sin embargo, comprendí que no era en lo absoluto una persona solitaria y que las características de su colección no estaban estrechamente vinculadas con lo que podríamos llamar su naturaleza social.

De hecho, mientras estaba en el lugar, llegaron un par de amigos a visitarlo y hasta contestó el teléfono un par de veces, hablando de forma animada y alegre en cada ocasión.

-Puedes quedarte si quieres -me dijo cuando comenzaba a despedirme-, vendrán otros amigos y…

-No puedo -le dije-. Debo volver pronto a mi casa, pues me están esperando…

Era mentira, por supuesto, pero estimé que él no podía saberlo.

Tomé el juego que le había comprado y salí del lugar.

Mientras caminaba, comencé a leer el manual, para ver qué tan fácil era la mecánica.

No parecía muy difícil.

Es sencillo, podría jugarlo con cualquiera, me dije.

De todas formas, todavía no había pensado con quien jugarlo.

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