sábado, 3 de febrero de 2024

Era un poco insano.


Era un poco insano. Un poco cruel, incluso. Pero lo recuerdas y sabes que era cierto. Eras pequeño. Vivías con tu madre, únicamente. En una pequeña casa a medio terminar que era de unos tíos. Tu padre estaba en otro país o eso te decían. Tu madre te pedía grabar mensajes en casetes que luego le enviaban para ver si volvía. Eso no era lo cruel, en todo caso. Lo cruel -e insano, visto ahora desde ojos adultos-, era que a veces tu madre fingía no despertar. Sobre la cama, por la mañana, luego que tú te habías despertado y dabas vueltas por la casa. Igual que esos animales que se fingen muertos para que no les pase nada. Igual a ellos solo que en su caso nunca comprendiste la motivación. Aunque también es cierto que nunca te la preguntaste. De igual forma, como ella además te producía miedo, ni siquiera te animabas a hablarle fuerte. Te acercabas despacio, intentando ver si respiraba. De vez en cuando te apoyabas cerca. O hacías pequeños ruidos para ver si se despertaba. Fue en una de esas ocasiones, por cierto, cuando comprendiste que ella estaba fingiendo. Y que de alguna manera te obligaba a sumarte al juego. A moverla un poco más fuerte y ver si despertaba. A asustarte y afligirte pues no eras capaz de entender totalmente la naturaleza de aquello. Solo ahora, tal vez, y has preferido no hacerlo. Después de todo, nunca la culpaste y no la culpas incluso ahora. Simplemente ocurrió así. Además la diagnosticaron varias veces, aunque juntaba las pastillas y nunca tomó ninguna. Estaba enferma, simplemente, como lo estamos un poquito todos. Con todo, no sabes hasta el día de hoy, para qué juntaba las pastillas.

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